martes, 15 de octubre de 2013

No oigo, no digo, no veo

Hoy supe lo que es estar perdido en Tokyo. Más exáctamente en la estación central de Tokyo.
Era mi primer día de un recorrido por algunas ciudades de Japón. Mi destino: Nikko, la ciudad
donde se encuentran los tres famosos monos, Mizaru, Kikazaru e Iwazaru. El que no oye,
el que no habla y el que no ve. Cuando estaba a punto de meterme al Shinkansen, el tren bala,
descubrí que había dejado el papel acuarela en casa de Tomohiko, donde me hospedo. Podía
abordar un siguiente tren, en dos horas, así que decidí volver. Debía para eso regre-
sar en un tren local, y había olvidado tirar migas de pan al piso. No supe cómo volver.
Pude preguntar en japonés a dónde debía ir, pero no pude entender la respuesta. 
En ese momento me di cuenta de que estaba dentro de una telaraña indescifrable y no había ni un teléfono. Claro, si todos tienen celular, a quién se le ocurriría usar un teléfono público. Tokyo
Station es realmente la torre de Babel.
Hay decenas de líneas que se cruzan, de tren común, de metro, de Shinkansen. Todo está en japonés, y los mapas creo que están en chino. De los pasillos salen ríos de gente que se cruzan y no hay empleados a quién preguntar, sólo máquinas de informes.
No sé cómo salí de ese laberinto, pero finalmente pude encontrar la manera.
Claro, perdí el tren a Nikko. Por suerte había otro una hora después. El Shinkansen, un avión sobre rieles.
En Nikko encontré un pequeño hotel estilo tradicional, con paredes de papel
y tatami. Un encanto. Llueve copiosamente, garúa japonesa. Me anunció el casero que mañana no se puede salir pues está anunciado un tifón.
Dice que es normal.



No hay comentarios:

Publicar un comentario