El día de brujas abrió las puertas de las casas y los niños que pedían caramelos sintieron el
aliento de las chimeneas. Daban ganas de entrar y acomodarse. En una de ellas una
señora de sonrisa grata repartía manotadas de dulces y muñequitos de plástico que habían
sobrado de una piñata de cumpleaños. Nadie lo notará, pensó.
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